La idea de tener un gato es acompañarte de un ser que te hace reír con las ocurrencias típicas de su raza, pero al que no le entusiasma complacerte, pasar tiempo contigo o ser tu amigo, y aunque la mayoría tienen un carácter y temperamento distinto, éstos rasgos generales son compartidos.

Si eres fans de las teorías de conspiración, en especial las que respectan a extraterrestres, habrás escuchado la versión que circula sobre los gatos: que son cámaras biológicas creadas por la raza de los grises para vigilarnos y esclavizarnos. Y si nos volcamos a internet, resulta que los gatitos son excelentes en su trabajo.

Durante los últimos 15 años yo pensé que la Doña, mi gatita adoptada, era como todos los demás, hasta que hace varias semanas empezó a buscarme: todos los días y a todas horas la tenía maullando en mi ventana exigiendo mi presencia.

Al principio me gustó la novedad «¡Mi gatita me quiere!», pero se volvía un poco engorroso estar todo el tiempo con ella, en especial porque sólo quería que me sentara a verla comer, jugar o darme cariñosos topecitos con su cabeza.

Siempre había algo en común: me hacía salir a la terracita de la casa y luego escapaba a la parte alta de la azotea, abandonándome a mi suerte en medio de la noche. Volvía a mi casa refunfuñando y a los pocos minutos: Doñita maullando en mi ventana.

Empezó a darme paranoia, ¿y si no estaba entendiendo bien lo que quería la Doña? Empecé a darle muchas vueltas y a preguntar a otros dueños de gatos, ninguno coincidía con nada, el veterinario decía que estaba en buena salud para su edad y yo seguía sin entender.

Hasta que se despejó mi mente: mi gatita había planeado mi abducción y los extraterrestres no alcanzaron a llegar, entonces Doñita me sacaba todas las noches esperando que ahora sí se aparecieran. ¡Qué terror!

Ésa misma noche, decidí seguir a la Doña a la parte alta de la azotea, hay una escalerilla lo bastante estable como para subir un par de meses al mes a revisar el tanque de gas, así que subí con la duda de qué esperar. ¿Un grupo de gatos callejeros? ¿Doñita a la luz de la luna? ¿El tinaco y el tanque de gas burlándose de mis nervios de las últimas semanas?

Pero no. Encontré a mi gatita sí, sentada y mirando en dirección a mí. Seria. A su lado, un «gato» de un metro y medio de largo, echado, con mirada débil y ojos tristes. Sus garras delanteras tenían dedos un poco más largos, aunque sin llegar a ser manos por completo.

Al verme, empezó a mover la cola, a pesar de la poca fuerza que tenía. Entonces entendí todo: Doñita solo quería ayudar a su amigo de las estrellas a recuperarse para seguir su camino. No sé cómo lo supe, pero la idea saltó a mi cabeza casi como si fuera un pensamiento propio.

Regresé a mi casa, tomé varias botellas de agua, latas de atún y el botiquín de emergencias humanas y felinas, eché todo a una mochila y volví a subir. Esta vez Doñita estaba más contenta y también quería comer.

En mi cabeza seguían brotando ideas de qué debía hacer primero, qué medicamentos podía aplicar al ser de las estrellas y qué heridas buscar, no me tomó mucho tiempo, pero me quedó claro que las ideas son un lenguaje universal, independiente del idioma.

El Gato Gigante se recuperó en un santiamén: pasó de estar casi muriendo a estar casi recuperado por completo en un par de horas. La duda que me quedaba era ¿y ahora qué? ¿Lo invito a quedarse? ¿Llamo a un ufólogo? ¿Pido un uber intergaláctico? ¿Sólo necesita una toalla?

Pero nada de eso fue necesario, pues mientras yo buscaba soluciones a mis propias dudas, una nave extraña salió de la nada para quedar encima de mi casa. El extraterrestre se subió dando un majestuoso salto y todo quedó como si nada hubiera pasado.

Doña Gatita sigue buscándome todos los días para que la vea comer y jugar, ya no quiere que salga con ella. Por el momento, ningún compatriota suyo se ha estrellado en nuestra casa.